Una ciudad es tan grande como amplio sea el pensamiento que la habita, y crece el pensamiento en la diversidad de visiones, de mundos, de cosmogonías que son capaces de encontrarse y convivir en las calles, los barrios, el territorio. Bogotá, es inmensa. En la vereda San Bernardino, en Bosa, entre casas de dos o tres pisos, inesperada entre el paisaje, hay una maloca. Es la maloca de la comunidad muisca de Bosa, más de cuatro mil ochocientos indígenas, más de mil familias, que han resistido allí, aprendiendo, pero sobre todo enseñando, sobre el encuentro de las culturas, la tradición y la memoria, la posibilidad de imaginar y pensar juntos una ciudad que comprenda la vida y el arte y el deporte y la creación con una mirada múltiple y poderosamente enriquecedora.