Nacido en 1937, Nicolás Suescún estudió humanidades, historia y literatura en la Universidad de Columbia (EE. UU.) y en la Escuela de Altos Estudios de París. Desde los años 60, su aporte al desarrollo cultural de la ciudad ha sido enorme: en esa década fue librero de la mejor librería de la época, la Librería Buchholz. Su obra literaria abarca libros de cuentos como El retorno a casa (1971), El último escalón (1974), y El extraño y otros cuentos (1980).
También escribió la “antinovela” Los cuadernos de N (1994) y los libros de poesía La vida es (1986), La voz de nadie (2000) y Este realmente no es el momento (2009). Ha sido traductor del inglés y del francés de obras literarias de escritores claves como Rimbaud, de quién trasladó al español la mayor parte de su obra; y de Flaubert, de quién tradujo su gran novela Madame Bovary.
A su vez, Suescún ha traducido al inglés poetas colombianos como Raúl Gómez Jattin, Mario Rivero, María Mercedes Carranza, Piedad Bonnett, Porfirio Barba Jacob, Fernando Charry Lara, y Jota Mario Arbeláez. En otros géneros, como el periodismo, tradujo el conocido Los periodistas literarios, de Norman Sims, entre otros. Como periodista, fue jefe de redacción de la revista Cromos, en donde ha dejado huella, también, con sus artículos sobre política y la actividad cultural internacional. Dirigió la revista Eco y fue colaborador de El Tiempo y El Espectador.
El poeta y traductor colombiano falleció el 14 de abril en Bogotá a sus 80 años.
Domingo
Empezó este domingo con campanas y luz
y el vacío de siempre entre la gente y yo
y yo
?inabarcable? que se hace de pronto que se hace de pronto
o que hago en torno a mí para esconderme.
Y ahora, a mediodía, y con este calor,
siento un frío de muerte.
Anoche también sentí la muerte
al mismo tiempo que la vida,
mi sangre corriendo en otras venas,
mis venas sin una sola gota.
Siento mi corazón que vuelve y se va,
oigo voces que vienen y se van,
siento la muerte y despierto de golpe,
la luz me hace visible, sólido.
A veces nos ponemos como cubos de hielo
y nos vamos derritiendo poco a poco,
hasta que todo esto sea
como si nada hubiera sido
—¡es que en el trópico también hace frío!