
Por Nicolás Montero Domínguez
Secretario de Cultura, Recreación y Deportes
Cuando volvamos a encontrarnos físicamente alrededor de la cultura habrá cambios importantes. No sólo los que se refieren a las medidas de bioseguridad y a los protocolos para asistir a eventos, sino los que resultan de estos meses de reflexión, de volver a pensar la creación, que han aportado visiones y entendimientos importantes y que en lo personal y en lo colectivo, dictarán nuevas formas de relacionarnos, nuevas formas de establecer conexiones entre los bogotanos de los que hacen parte los artistas y creadores. Subrayo esta idea de ser parte pues, una prioridad inaplazable es la de conectarnos como uno solo: creadores y ciudadanos, rompiendo esa versión de distancia que marca una línea entre unos y otros, pues esa línea es justamente la que tenemos que resignificar, derribar y reconstruir en una nueva apuesta común en la que todos nos reconocemos creadores y parte de un mismo escenario común que nos vincula como sociedad. Esta resignificación de la alianza entre ciudadanos y creadores estará marcada por una apuesta prioritaria, que seguro transformará el camino del sector cultural y de nuestras dinámicas sociales: las creaciones artísticas en pequeños formatos.
La idea de los pequeños formatos ha estado siempre en la tradición cultural de Bogotá. Los pequeños formatos siempre han estado aquí y tienen una riqueza profunda e inagotable: la naturaleza veloz, ágil, liviana de su proceso creativo y de producción —que nada tiene de ligereza ni descuido— y la intimidad y cercanía que teje con la comunidad a la que se acerca para hacer realidad esa sincera complicidad y solidaridad que le son propias.
Todos hemos ido a un concierto pequeño, todos hemos estado entre el público de un ensayo teatral que abre sus puertas, alguna vez hemos escuchado, con la atención de quien encuentra algo importantísimo, una lectura donde no habían más de diez espectadores, recorrido una exposición de arte en un lugar sencillo y cotidiano. Ahí, en la intimidad creadora, en la cercanía que esto permite, es donde ciudadanos y creadores pueden darse cuenta de que no existen el uno sin el otro, y de que esa relación, esa simbiosis, esa complicidad, es la fuerza capaz de trazar nuevos rumbos para una sociedad. En el territorio, en los barrios, ya existe este aprendizaje: redes solidarias donde todos ponen y a través de las cuales los artistas imaginan, producen y presentan creaciones pensadas para impactar su comunidad.
Desde la Secretaría queremos impulsar y potenciar los pequeños formatos como el camino hacia la reactivación del sector cultural. Nos imaginamos que el teatro, la danza, la música, la literatura, amplien el lugar que ya tienen en el territorio, en los espacios de las comunidades, en los barrios. Nos imaginamos obras pensadas y creadas para funcionar y enriquecer la experiencia con públicos pequeños. No sólo porque así se garantiza el distanciamiento físico manteniendo el mínimo de aglomeraciones, sino porque los diálogos, los encuentros que permite esa intimidad son, sin duda, la puerta de entrada a dinámicas de confianza y mutuo reconocimiento a través de las cuales podamos fortalecer los lazos sociales que nos permiten reconocernos como pares, desde nuestra sensibilidad creadora, fortaleciendo el vínculo que nos une como humanidad. La relación comunidad – creadores debe fortalecerse. Legado y apuesta inaplazable para avanzar en la Bogotá del siglo XXI.
Ese es uno de los grandes aprendizajes de esta pandemia y no podemos perderlo: que los ciudadanos vean la creación como una necesidad cotidiana, que la incluyan en su canasta familiar y en las conversaciones del desayuno; y que los creadores comprendan que no están creando sólo para un público inconexo, cubierto por el anonimato de las redes sociales o de lo masivo, sino y con gran fuerza, que se vinculen a su contexto, creando en conexión con una comunidad precisa, clara, presente y delimitada en las cercanías del territorio.
Para que esto ocurra, para que esto cobre fuerza, queremos potenciar a través de una decidida apuesta en los territorios y de distintas líneas de fomento, múltiples procesos creadores que apunten en esta dirección, que tengan por centro el enfocarse en el encuentro territorial, en la creación de puestas en escena y creaciones pensadas para aprovechar las ventajas de una audiencia pequeña. Confiamos con gran esperanza en que este es el camino porque sabemos que ya existen tanto la capacidad creadora para lograrlo como las redes de solidaridad que fortalecerán esa relación entre comunidades y creadores. Lo hemos visto en Usme, en Kennedy, en Suba, lo hemos visto donde sea que un colectivo de jóvenes, teatreros, cirqueros, poetas, hiphoppers pone su talento y su imaginación en conexión con su comunidad y de ahí surgen procesos que enriquecen la vida del ciudadano y las dinámicas sociales como brotes maravillosos que enriquecen nuestra vida común.
Este es el gran paso para el encuentro. Este es el camino que emprendemos y que sabemos nos entregará grandes aprendizajes y, especialmente, pondrá en valor el papel de la cultura desde la relación con los ciudadanos. La grandeza de los pequeños formatos es construir desde el encuentro y crear dinámicas culturales que duran en el tiempo. Que cuando el brillo que el creador propone, relampaguee, los ciudadanos, en ese preciso encuentro creador, puedan tomar esa luz y encender sus propios fuegos. Eso, no otra cosa, es el centro del papel de la creación, el arte y la cultura.