
Proyecto: Habitando Cultura en Comunidad
Ciudad Bolívar – Borde Soacha
Muro de la vida, muro del fin del mundo son algunas de las formas en que los habitantes de los barrios que conforman los Altos de la Estancia en la localidad de Ciudad Bolívar, denominan el muro de contención construido hace unos años por el Distrito, en el que se proyecta será el parque urbano más grande el país.
Visto de lejos, desde otros puntos de la ciudad como las localidades de La Candelaria y Chapinero, el muro es una raya gris sobre la esquina suroccidental de un parche verde rodeado de construcciones. Ese parche se fue configurando a principios de la década del 2.000 cuando la montaña empezó a derrumbarse y las viviendas que albergaba su superficie se empezaron a quebrar. En poco tiempo la montaña se encargó de expulsar a sus habitantes, quienes a su vez habían llegado allí expulsados de otras partes del país.
Tras esta catástrofe, el Distrito inició un proceso de reubicación de los vecinos afectados y de aquellos que aún ocupaban los actuales terrenos del Parque, pues la zona, el Polígono como se dice en el lenguaje técnico, constituye un espacio de alto riesgo. Es decir que es una zona no habitable y tras varios estudios, se concluyó que hacer de él un lugar de recreación pasiva es su mejor destino posible.
En el muro de la vida se han realizado obras para canalizar las aguas que bajan por la montaña, así como aquellas realizadas para asegurar el suelo de la misma constituyen parte de los trabajos realizados hasta ahora en este territorio. En algunas de estas actividades han participado vecinos de los barrios Santo Domingo, Santa Viviana y El Espino. Uno de ellos es el participante del proyecto Habitando, don Humberto Oviedo, con el hicimos un breve recorrido por la parte alta del parque junto con otros asistentes a la segunda jornada del primer taller intensivo del proyecto Habitando: Cultura en Comunidad.
El recorrido dejó ver que la vida de estos los barrios ocurre, en su mayor parte, de espalda al parque. Situado a un par de cuadras de la vía principal, este no es un espacio que se visite con regularidad, pues es visto como un lugar peligroso. Más que parque, para algunos es aún un potrero, enorme por cierto, inseguro; ya sea porque su adecuación está en proceso y no invita a estar en él o bien porque es un lugar vacío que permite el refugio de quienes buscan cierto anonimato. Sin embargo, a medida que avanzábamos en el recorrido con el proyecto Habitando: Cultura en Comunidad, el lugar empezaba a mostrar su fuerza. Mientras caminábamos sobre algunas de las obras de contención o al lado de canales para manejo de las aguas lluvias, íbamos encontrando huertas bien trabajadas y la historia reciente del lugar. Humberto y Carlos, otro habitante del sector, señalaban espacios pasados, proyectos comunitarios que quedaron truncados, así como los barrios que se llevó la montaña.
En el presente y de cara al futuro, las iniciativas de algunos de los miembros de la Escuela de liderazgo de Habitando: cultura en comunidad buscan contribuir a la consolidación del Parque. Las huertas constituyen, en este sentido, espacios de producción a través de los cuales promover prácticas de pedagogía ambiental, mientras que otros quisieran participar del proceso de arborización del Parque, ya que esta permitirá la formación de un nuevo ecosistema vegetal en esta área de la ciudad.
Avanzando un poco más llegamos al muro de la vida. Esa raya al principio lejana deviene enorme y es una pared ideal para el graffiti. El área de influencia del muro se ha convertido poco a poco en un espacio de encuentro para jóvenes del sector y alrededor de él se concentra la construcción de algunas canchas de fútbol. Más adelante, en dirección al Espino se ven más huertas aún. En agosto, nos dicen que la gente viene a volar cometa en un lugar en que el viento es perfecto.