Minciencias estrena en Capital la quinta temporada de Fórmulas de Cambio, la serie documental que relata historias de colombianos de diferentes regiones del país que han sido impactados por la ciencia, la tecnología y la innovación, ayudando a generar importantes transformaciones en sus comunidades.
Esta producción, que se emite de lunes a viernes en el canal, a las 9:00 a.m. y 4:00 p.m., es ante todo una radiografía del talento colombiano y un viaje al interior de algunas de las mentes más inquietas del país, centrándose en dos temáticas: los Clubes de Ciencia en zonas fronterizas colombianas y la ciencia y las herramientas tecnológicas al servicio de la paz.
El equipo detrás de esta quinta temporada de Fórmulas de Cambio, lo conforman la directora Juliana Ladrón de Guevara; el realizador Carlos Arturo Ramírez; el líder de la estrategia Todo es Ciencia, Andrés Raigosa y Carlos Daniel Acuña, del programa Ondas MinCiencias, quienes cuentan sobre la aventura que representó este recorrido por el país.
Con la oferta de entretenimiento por cuenta de la hiperconectividad, ¿cómo atraer a los niños y jóvenes a los clubes de ciencia?
Los niños y los jóvenes no son un público fácil y su interés lo competimos a diario con las redes sociales, los youtubers y hasta con el reggaetón. Sin embargo, en el programa participa un equipo de voluntarios científicos, emprendedores e investigadores colombianos, radicados en diferentes países, que se encuentran vinculados a instituciones que están a la vanguardia de la ciencia y la tecnología mundial, lo que es muy atractivo. Esto les permite interactuar de primera mano con jóvenes científicos que se convierten en referentes para su proyecto de vida.
¿Cómo fue trabajar con los Clubes de Ciencias en zonas fronterizas?
Fue una manera de juntar esfuerzos para cerrar brechas y acercar el ecosistema de ciencia, tecnología e innovación a los jóvenes de estas regiones, con la intención de promover su vocación científica y mostrarles que existe la posibilidad de que se conviertan en científicos y en agentes de cambio de sus comunidades. Las fronteras son territorios periféricos, que además de estar apartados del epicentro del país, conviven con realidades complejas, muchas veces atravesadas por la violencia o en condiciones socioeconómicas complicadas.
¿Les tocó vivir esas realidades de las zonas apartadas donde estuvieron?
Estuvimos en Puerto Nariño (Amazonas), Manaure (Guajira), Puerto Carreño (Vichada) y Tumaco (Nariño). Salir a grabar la realidad siempre es un reto, pero en todas las situaciones logramos resolver los percances. Por ejemplo, en La Guajira, uno de los equipos de producción tuvo que grabar con síntomas de intoxicación. En Puerto Nariño nos recibió una tormenta en medio de la selva y perdimos unos implementos de cámara y en las cabañas del Internado donde nos quedamos y se desarrollaron los Clubes, se fue el agua y la luz, así que sufrimos bastante para cargar baterías y lograr descargar el material, era una hazaña en medio del calor.
¿Por qué dicen que igual nada supera la satisfacción de trabajar con los niños y jóvenes?
Porque es maravilloso conocer las experiencias de estos Clubes de Ciencia. Al comienzo es todo un reto para los instructores, por qué son extraños que deben ganarse la confianza y el interés de los chicos, pero con los días eso va cambiando y es muy lindo ver la conexión que van logrando con los jóvenes, con la comunidad, con los profesores del lugar e incluso con los padres de familia. Al comienzo los participantes de los clubes son muy tímidos, pero cuando se rompe el hielo y comienzas a crear hipótesis, a pedir más conocimiento y a construirlo, es como una chispa que no se vuelve a apagar.
¿En el tema de los Clubes, con qué se van a encontrar los televidentes en esta temporada?
Con unos chicos ávidos de conocimiento y con muchas ganas de aportar a sus comunidades: en Puerto Nariño lograron construir un dispositivo que logra regular la cantidad de agua que gastan los hogares, con lo que además contribuyen al cuidado de este recurso. En Tumaco, crearon plástico, jabones y bebidas a partir del coco y de su coraza, que habitualmente se desecha. Los niños y jóvenes de los Clubes de Ciencia, son pequeñas semillas, pero no solo para el futuro, sino también para el presente de sus familias y sus regiones.
La otra temática de esta quinta temporada es Ciencia y TIC para la Paz, donde la serie logra un diálogo profundo con las regiones ¿qué dicen sus habitantes?
Piensan que la guerra no es una opción, anhelan la paz y como víctimas del conflicto armado necesitan una reconstrucción integral en términos sociales, económicos y de inclusión. Quieren un cambio para las nuevas generaciones, calidad de vida para sus comunidades y un porvenir con desarrollo sostenible. Piden que el campo y las regiones apartadas tengan un acompañamiento permanente del Estado.
¿De esos procesos transformadores cuál fue el que más los impactó y por qué?
Resulta difícil escoger uno. La resiliencia de todas las comunidades es impactante e inspiradora. Las historias que vivieron en la guerra son muy desgarradoras, sin embargo, continúan luchando no solo por sus familias sino por toda su comunidad. Mingas, encuentros, y trabajo comunitario son un común denominador de todas las historias, así que la convocatoria Ciencia y TIC para la Paz fue una apuesta fundamental para que estas comunidades se empoderen.
En Kite Kiwe (Comunidad indígena Nasa) nos impresionó la tenacidad, la seriedad con que asumen el proyecto de construcción y conservación de su comunidad. Operan conteniendo años -a lo mejor siglos- de dificultades en un país que no los reconoce a profundidad, sumado a una serie de conocimientos salvaguardados a través de estos procesos. Son un ejemplo de dignidad, de disciplina y de seriedad, seguramente los años de supervivencia han madurado esas posturas necesarias para protegerse y desarrollarse.
En El Arenillo, cerca de Palmira en el Valle del Cauca, descubrimos que el empoderamiento de las lideresas, no era producto solamente de su fuerza, sino de un fenómeno macabro: cuando los grupos armados llegaron a la comunidad, los varones fueron forzados a acatar reglas, a irse de su territorio o a morir. Estas imposiciones arbitrarias, de personas ajenas a la comunidad e incluso a la vida, produjo en ellos una herida sicológica evidente y que los sume en impotencia y terror.
Adelantar estos procesos, además de solucionar retos tecnológicos y necesidades básicas, son una oportunidad para aliviar los efectos traumáticos en las comunidades. Trabajar en comunidad definitivamente activa la vitalidad de las personas y por ende de la comunidad. Eso fue hermoso de ver y de contar.